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DERIVAS AUTORITARIAS EN LATINOAMÉRICA: ¿QUÉ PODEMOS HACER DESDE LA SOCIEDAD CIVIL?

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Todas las variables apuntan a que existe una crisis de la democracia en Latinoamérica. Nos toca reflexionar desde la sociedad civil, cómo un sistema que tiene importantes consensos sobre el rol en la garantía de derechos humanos de la población, hoy está bajo amenaza.
Desde hace unos años venimos observando una oleada de derivas autoritarias y, entre ellas, encontramos similitudes y patrones característicos de autoritarismos modernos. Esa mutación dinámica y sofisticada no está ocurriendo de forma aislada; cada vez más tiene conexiones comunes y preocupantes en sus consecuencias en el sufrimiento de las personas y en la normalización de la opresión y quebrantamiento de la dignidad humana. Desde Articulate Foundation queremos abrir el debate y la reflexión local, regional e internacional de la mirada de la sociedad civil a estos temas; desde nuestros mandatos amplios, bien sea en derechos humanos, desarrollo o paz, entendamos que la democracia es un aspecto trasversal a nuestra acción y es necesario, ante la creciente amenaza a la democracia, no como un sistema perfecto, pero sí como aquel sistema que mejor garantiza nuestros derechos, estar conscientes y en articulación para defender el derecho que tenemos los pueblos a vivir en Democracia.
La democracias bajo amenaza
Recientemente, la revista The Economist dio a conocer los resultados de su ranking Índice de Democracia de 2022, el cual funciona como un indicador para medir la salud de la democracia a nivel mundial. La conclusión de este nuevo informe es que se mantiene la tendencia de declive de la democracia en el ámbito global, un dato sumamente preocupante dadas las proyecciones que sugerían que debía haber una leve mejora de los indicadores, puesto que se levantaron las restricciones de los Estados con respecto al Covid-19.
Según el índice presentado para este año apenas existen en el mundo 24 democracias plenas. Es decir, solo el 8% de la población mundial vive en democracia. 37,3% lo hace en una democracia con problemas. Mientras el 54,8% se encuentra bajo regímenes híbridos y autoritarios, lo cual equivale a que más de la mitad del planeta está sometida a contextos dictatoriales.
En el caso de América Latina el cuadro es aún más crítico. Por sexto año consecutivo hay un retroceso de la democracia en la región. El puntaje promedio cayó a 5,79, una cifra por debajo del 5,83 que se registró en 2021. Solamente Costa Rica, Uruguay y Chile son consideradas democracias plenas; el grueso de los países se ubica en democracias defectuosas. En el informe del año 2022 se subraya como relevante el caso de El Salvador, un país que registró la segunda disminución más pronunciada de la puntuación en la región, después de Haití. El Salvador tuvo un retroceso grave dentro de la clasificación, pasó del puesto 79 al 93 en tan solo un año. En los últimos años ha habido un proceso de deterioro del Estado de Derecho que ha afectado notablemente la división de poderes y ha traído consigo una nociva concentración del poder que amenaza con socavar el funcionamiento completo de la institucionalidad democrática.
Otro caso de relevante para el análisis es el de Venezuela, quien ocupó el puesto 147, ubicándose como el país más autoritario de la región, superando incluso a Cuba y Nicaragua. La crisis de democracia y derechos humanos es tan severa que ha ameritado la intervención de la Consejo de Derechos Humanos de la ONU y de la propia Corte Penal Internacional (CPI). Hay que recordar que Venezuela es el único país latinoamericano donde en este momento sus máximas autoridades están siendo investigadas por parte de la CPI por presuntos crímenes de Lesa Humanidad. A pesar de esta vigilancia internacional, la situación no parece mejorar. Hace unos días se conoció que Nicolás Maduro adelanta un proyecto de ley para amordazar y desaparecer a las organizaciones de la sociedad civil , convirtiéndose este paso en un umbral de no retorno en cuanto a derechos como libertad de expresión y asociación, siguiendo la receta de Nicaragua, quien avanzara en el esquema de persecución a sociedad civil y defensores de derechos humanos, llegando al despojo de la nacionalidad de los defensores y activistas en el exilio.
Por su parte, la organización Freedom House en su informe anual sobre la situación de la democracia y la libertad en el mundo, reitera que el diagnóstico es el mismo: la democracia está en peligro. En su último reporte del año 2022 subraya que la amenaza actual a la democracia es la consecuencia de 16 años consecutivos de declive de la libertad global. En 2022, 60 países sufrieron fuertes caídas en cuanto a su índice de libertad, mientras que solo 25 habrían mejorado. La organización advierte que hoy cerca del 40% de la población mundial vive en países que no son libres, esto representa la proporción más alta desde finales del siglo XX. En el caso de la región, Freedom House sostiene que en América Latina hay un proceso en marcha para dar al traste con las elecciones competitivas que son un elemento central de una democracia. Nicaragua es quizás el mejor ejemplo de esto, donde al dictador Daniel Ortega no le bastó con hacerse del control del Consejo Supremo Electoral, sino que además encarceló a siete precandidatos opositores para despejar el camino y reelegirse de manera fraudulenta. Patrones similares a la situación documentada en Venezuela en términos de la violación a los derechos humanos en procesos electorales y persecución generalizada a la oposición política.
No debemos dejar pasar por alto las advertencias contundentes tanto de The Economist como de Freedom House sobre el riesgo del crecimiento del autoritarismo en la región. Algo alarmante si tomamos en cuenta que América Latina es la zona del planeta donde más ha retrocedido la democracia en los últimos 20 años.
Ahora bien, cabe preguntarse ¿por qué este proceso de socavamiento pareciera no tener punto de corte? Es cierto que la democracia siempre ha tenido amenazas constantes. La corrupción, el funcionamiento de las instituciones democrática s, las crisis de representatividad y la calidad de las elecciones eestán dentro de algunos de esos viejos y recurrentes flagelos que arrastraba la democracia y que no se han podido superar. Lo que ocurre ahora es que a esto se le ha agregado un conflicto estructural de origen y una evolución sofisticada de derivas autoritarias modernas que es muy importante identificar y abordar desde una mirada regional, de derechos y activando la capacidad de actores diversos, especialmente los de la sociedad civil organizada y el movimiento de derechos humanos.
Las señales preocupantes en la región
Históricamente, Cuba, siempre fue el caso emblemático de la región. Sin embargo, en las ultimas décadas se han sumados más países a la lista de casos de mayor preocupación. Los casos de Venezuela y Nicaragua constituyen ejemplos muy importantes para el análisis sobre cómo se erosiona la democracia en este siglo y cómo evolucionan en autoritarismos modernos con estrategias de simulación democrática que les ha permitido mantenerse en el poder bajo esquemas de represión selectiva y violaciones graves a los derechos humanos por largos períodos. La democracia ya no encuentra su punto de disrupción y colapso en golpes de Estado o revoluciones, sino precisamente en su propia génesis . En el surgimiento de populistas que adoptan todos los principios y valores de la democracia para llegar al poder, y una vez en él, se desprenden del ropaje institucional del sistema democrático con el propósito de fabricarse un traje a la medida que les permita estar en el poder indefinidamente. En otras palabras, los enemigos de la democracia ya no están afuera, ya no solo caminan con fusil en mano vestidos de verde oliva, ni posan a caballo bajo epopeyas caudillistas. Ahora, llegan al poder como pseudo-demócratas, que esperan sigilosamente la oportunidad para menoscabarla, de allí la importancia de identificar los patrones y las constantes amenzas para poder abordarlas.
Desarrollo de sistemas para la permanencia en el poder

El tema de las similitudes y tendencias es un tema a profundizar y seguir sistematizando, sin embargo podemos ver las constantes de las derivas autoritarias ya bastante cementadas. A esa fuerte tendencia de demoler los cimientos de la democracia desde su base, se le añade los imponentes cambios sociales y tecnológicos que se vienen dando, los cuales exigen una democracia que sea más eficiente y flexible en cuanto a su adaptabilidad. En una época donde abunda la información, la democracia enfrenta enormes desafíos. Hay muchos estudios que vienen alertando que las redes sociales son hoy ventanas de eco donde se fortalecen, por la naturaleza del propio algoritmo, cosmovisiones propias y se afianzan los debates ideológicos, anulando por completo el corazón de la democracia, que es la pluralidad de ideas.

Dentro de este cóctel de ataques contra la democracia, se suscriben de igual forma las masivas violaciones a los derechos humanos. Los nuevos autoritarismos comparten un patrón entre sí: su desprecio por los derechos elementales. Criminalizando el trabajo de las organizaciones de la sociedad civil. Vemos detenciones arbitrarias contra trabajadores humanitarios, defensores de la democracia y activistas sociales. Se multiplican los expedientes judiciales contra organizaciones civiles que denuncian atropellos de las fuerzas de seguridad y los abusos de poder. También vemos que en los países autoritarios como Venezuela, Nicaragua, Cuba y El Salvador se aprueban legislaciones para impedir el financiamiento de estas organizaciones, con el fin de asfixiarlas económicamente hasta desaparecerlas, acabar con su independencia, expulsarlas del país y llegando a despojar de su nacionalidad a los líderes y activistas por la democracia.

¿Por dónde comenzar el debate y cuál es el rol de las OSC?
Frente a esta compleja realidad, los anticuerpos naturales de la democracia no están surtiendo efecto. Por eso la situación empeora y apunta a una tendencia letal para la democracia de no cambiarse el plan de respuesta o activar alertas tempranas de prevención. En el siglo pasado, especialmente después de la Guerra Fría donde la democracia se consolidó como sistema de gobierno, las amenazas se lograban disuadir con la propia democracia y su institucionalidad. Ejemplos importantes de esto lo vemos en los casos de Colombia, las distintas intentonas de golpes de Estado en Venezuela en los años 90 o el propio proceso de guerra de Centroamérica. Esto casos se caracterizan por el poder de la propia democracia para repeler esos atentados. En esta ocasión, la democracia requiere nuevas fórmulas para robustecerse y procurar su propia existencia en la región. Requiere nuevos anticuerpos porque el virus ha mutado.
Un elemento clave de esta conversación es la sociedad civil y su rol frente al debilitamiento de las democracias. Una sociedad civil más activa, más participativa y más articulada frente a estas amenazas. Una sociedad civil que sea capaz de detectar las alertas tempranas necesarias sobre los peligros inminentes en los que se encuentra la democracia y la institucionalidad. Requiere una sociedad civil que incluya más a las micro identidades que cada día surgen con más intensidad en una sociedad profundamente heterogénea en un cuerpo capaz de reaccionar con rapidez y contundencia a estos virus contra la dignidad humana. Es por ello que la sociedad civil debe trabajar para lograr mayores niveles de coordinación entre sí y que pueda construir marcos de trabajo conjuntos, uniendo esfuerzos y garantizando una mayor transferencia de conocimiento entre las organizaciones que trabajan por el fortalecimiento del espacio democrático así como solidaridad de aquellas que sienten que esto no les puede llegar a su puerta. Así como los autoritarismos se apoyan entre sí, las organizaciones de la sociedad civil también deben hacerlo, creando redes de trabajo orientadas, por un lado, a identificar retos en materia de derechos humanos en contextos autoritarios; y por otro, alinear estrategias de defensa común. Hay que evitar que visiones particulares o ideológicas contaminen el papel de la sociedad civil en lo que tiene que ver con la defensa de la democracia.
En este plan de respuesta en prodemocracia, las organizaciones de la sociedad civil deben mejorar la manera en cómo inciden frente a los actores internacionales. Otra lección aprendida es que una de las mejores formas de incidir es documentando los casos de violación de DDHH, creando espacios de interacción con organismos de protección internacionales de protección de los derechos humanos, pero también movilizando a la sociedad para ejercer presión ante órganos de decisión con peso internacional e incidencia ante gobiernos democráticos para una incidencia multilateral en favor de la democracia.
El peso de la defensa de la democracia no solo debe recaer en la sociedad civil, la vigencia de la democracia en la región, es una conversación que es amplia y compleja, pero que hoy día es una conversación necesaria en Latinoamérica y especialmente que debemos dar desde el tejido social y la ciudadanía, sistematizar las lecciones aprendidas, generar alertas tempranas y actuar para evitar la expansión del virus autoritario. Esto debe convertirse en un punto central de nuestra agenda. ¿Cómo empezamos esta conversación? ¿Quiénes ya están activados?
Articulémonos: escríbenos a leo@articulatefoundation.org