El reciente anuncio de la administración de Donald Trump de suspender la financiación a la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) ha tenido un impacto inmediato y de gran alcance en la comunidad internacional. Con la firma de una orden ejecutiva el 20 de enero de 2025 , la financiación se suspendió durante 90 días para una revisión exhaustiva, lo que afectó directamente a miles de programas de ayuda humanitaria, desarrollo, democracia y derechos humanos en todo el mundo.
Para poner en perspectiva la magnitud de lo que enfrentamos hoy, debemos analizar el papel de Estados Unidos en la cooperación internacional a nivel mundial. Históricamente, USAID ha sido el mayor donante de ayuda humanitaria a nivel mundial, destinando la mayor parte de su presupuesto a financiar iniciativas clave en salud, desarrollo económico, socorro en casos de desastre y asistencia humanitaria. Las Naciones Unidas reconocen que el sistema global depende de la financiación estadounidense. Estados Unidos proporciona el 42,3 % de la ayuda mundial y el 54 % de los fondos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) . Solo en el año fiscal 2023, Estados Unidos desembolsó 72 000 millones de dólares en ayuda internacional.
La abrupta suspensión de los fondos de USAID ha provocado una crisis en los servicios esenciales que dependían de esta financiación. Por ejemplo, se ha informado de que las clínicas en Uganda tienen dificultades para obtener medicamentos esenciales contra el VIH, los trabajadores humanitarios en Bangladesh temen el colapso de la infraestructura de los campos de refugiados y, según informes, las unidades móviles de salud en Ucrania están cesando sus operaciones. USAID ha sido el principal financiador del Programa de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del SIDA (PEPFAR), al que se le atribuye haber salvado alrededor de 25 millones de vidas y haber permitido el nacimiento de 2,4 millones de bebés sin VIH.
El impacto no se ha limitado al extranjero ; también ha afectado a una amplia red de proveedores dentro de Estados Unidos. Se dice que empresas de suministros médicos, productores agrícolas, contratistas de defensa, empresas de transporte, consultoras y otras empresas nacionales que operan bajo contratos de USAID están sufriendo cancelaciones inesperadas de actividades cruciales. Una parte considerable de los fondos asignados a estos programas permaneció en el país, reinvirtiéndose en sectores clave de la economía y generando empleo para los contribuyentes estadounidenses.
Asimismo, en el ámbito de la investigación, muchas universidades estadounidenses han dependido de la financiación de USAID para diversos proyectos, que abarcan desde la salud pública, el cambio climático, la agricultura sostenible y el desarrollo tecnológico en países en desarrollo. Decenas de instituciones han recibido millones en subvenciones para investigación aplicada con impacto directo en comunidades vulnerables y han tenido que pausar sus proyectos y adaptarse, lo que ha afectado a unidades enteras, profesores, investigadores, personal administrativo, estudiantes y, por supuesto, a los numerosos socios locales en los países de intervención.
Y aunque las consecuencias son devastadoras, la medida se ha justificado en el uso responsable y optimizado de los fondos asignados, en consonancia con los intereses de Estados Unidos. De hecho, algunos críticos han señalado que USAID ha tenido problemas de supervisión en la administración de los fondos. A modo de ejemplo, un informe del inspector general de 2019 ya había revelado que el 43 % de los proyectos completados entre 2014 y 2016 alcanzaron solo la mitad de sus objetivos, pero los beneficiarios recibieron la financiación completa de todos modos. OIG USAID .
Esta medida ha desencadenado una reacción en cadena en diferentes sectores y entre diversos actores. A pesar de los múltiples esfuerzos para frenar o mitigar sus efectos, la promoción, el cabildeo y la protesta pública, el gobierno ha mantenido su postura. Cientos de personas han advertido que la ayuda exterior no es un acto de caridad, sino una herramienta estratégica para la estabilidad global. Al mismo tiempo, los recursos legales han seguido su curso, lo que llevó a la Corte Suprema de Estados Unidos a dictaminar que el gobierno no podía retener los pagos a las organizaciones de ayuda por el trabajo ya realizado bajo contratos existentes. Sin embargo, a pesar de esta decisión, el gobierno ha decidido seguir adelante con los recortes, sin dar señales de ceder.
El Secretario de Estado y actual Administrador Interino de USAID, Marco Rubio, ya anunció que , tras una revisión de seis semanas, se decidió cancelar oficialmente el 83% de los programas de USAID, reduciendo 5.200 contratos por un valor de 54.000 millones de dólares. Rubio justificó la medida argumentando que los fondos no favorecían los intereses nacionales de Estados Unidos y que los programas restantes serían administrados por el Departamento de Estado.
¿Qué quiere decir esto?
La salida de USAID del escenario de la cooperación internacional plantea una crisis para las organizaciones internacionales, el sector sin fines de lucro, las universidades y muchos otros actores que dependían de estos fondos para proyectos clave. Hoy en día, un número probablemente incalculable de profesionales, implementadores, expertos, académicos, activistas, defensores, investigadores y beneficiarios en Estados Unidos y a nivel local en países en desarrollo enfrentan incertidumbre sobre la continuidad de sus programas. Sin duda, el debate sobre la eficacia, la transparencia y el valor estratégico de la ayuda internacional continuará en los próximos meses. Lo que está en juego no es solo la continuidad de proyectos vitales, sino el modelo mismo de cooperación global en un mundo cada vez más complejo.
Quizás sea demasiado pronto para medir la magnitud total del impacto de esta decisión, pero la desaparición de USAID como actor central en la cooperación internacional abre un nuevo capítulo. La reconfiguración del panorama de la ayuda exterior podría abrir espacio para nuevos actores o, por el contrario, aumentar la inestabilidad en regiones críticas.
Existe ahora una necesidad urgente de diversificar las fuentes de financiación y de educar y empoderar a los actores del tercer sector en estas áreas. Este vacío está redefiniendo la dinámica geopolítica de la ayuda al desarrollo y quizás despertando el sentido de comunidad y la responsabilidad individual de las personas bajo una lógica de ayuda descentralizada y directa.
Esto podría ser una llamada de atención para que, a mediano y largo plazo, la ayuda internacional se reconfigure hacia un modelo más descentralizado, donde los fondos privados, la filantropía y los esquemas de financiamiento híbrido marquen la diferencia. Esta transición no estará exenta de desafíos, ya que la ausencia de un actor del tamaño de USAID provocará la fragmentación de la respuesta humanitaria global y una redefinición de la agenda. Sin embargo, es un momento único para reflexionar sobre metodologías y estrategias, y para impulsar una nueva generación de cambio.